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¡Hola a todos! Me presento: soy Nicoletta, originaria de Nápoles y en la vida soy profesora de religión católica.
Este año he decidido pasar un mes de mis vacaciones de verano como voluntaria en la comunidad de las Madres Canossianas de Encarnación-Paraguay poniéndome a disposición de las necesidades de los más pobres de este mundo.
He conocido la realidad de las madres canossianas en Paraguay porque un sacerdote en Italia me había hablado de un puente, de un río y de un “dispensario” de medicamentos donde las hermanas desarrollaban su apostolado. No sabía nada más que estas pocas cosas y en mi corazón sentí el deseo de querer dar un tiempo al servicio de esta gente. Cuando estuve presente en el lugar pude constatar que el puente es en realidad el puente Internacional que une Paraguay y Argentina y que atraviesa el río Paraná; justo debajo de este puente y al lado del río está el barrio que se llama Sagrada Familia, un barrio habitado por unas 600 familias en situación de extrema precariedad, a menudo sin baño, excluidas y marginadas por el resto de la sociedad, desilusionadas por quien promete y no hace nada; he visto con mis propios ojos a niños, hombres, mujeres, ancianos y enfermos viviendo en cabañas de madera o chapas de aluminio expuestas a la intemperie, a la humedad y al calor sofocante del verano.
La primera vez que entré en el “barrio” acompañada de las Madres Canossianas una niña corrió hacia mí para abrazarme, sin saber quién era ni de dónde venía. Este encuentro me marcó particularmente y me acompañó durante todo el voluntariado, ya que me hizo comprender que lo importante para esta gente era el hecho mismo de “estar” para ellos, de que alguien del otro lado del mundo había venido solo para compartir tiempo con ellos. He comprendido que más allá de las necesidades materiales, la necesidad de estas personas es sentirse llamadas por su nombre, miradas por alguien, sentirse alcanzadas por una mirada de amor que en realidad les devuelve la dignidad de existir y de sentirse, a pesar de todo, Hijos de Dios.si tratta di orologi che definiscono lusso e raffinatezza, il Patek Philippe Replica Nautilus si colloca in una lega a sé stante. Rinomata
Esos momentos pasaron en un instante y los llevaré siempre en el corazón: jugando con los noventa niños del centro educativo canossiano, que van desde los tres a los cinco años, a los que se les da la oportunidad de aprender a relacionarse, de desayunar y almorzar, pasando en un ambiente sereno cuatro horas de su día; dibujando y contando historias a los niños del “barrio” y a veces peinándolos; acompañando y escuchando a las madres que llevan a sus pequeños al centro de salud para hacer controles; organizando la feria de ropa usada, dispensando alimentos y mantas que servían para protegerse de la humedad y cubrir las grietas de las chapas de sus viviendas; visitando a tantos enfermos que no pueden acceder a las terapias que necesitan ya que los tratamientos tienen un precio muy alto.
En el centro de salud, de hecho, más de cincuenta niños desnutridos son visitados periódicamente ya que siguen un plan nutricional; las madres a menudo no pueden amamantar, por esto en el “centro” cada jueves se distribuye la leche en polvo. También por esta razón el “Centro de Salud” no se limita a ser solo un dispensario de medicamentos, sino que es un “observatorio de la vida”, en el que se promueve el valor de la vida humana desde los primeros días, especialmente la más frágil.
De esta manera, día tras día, muchas personas me han permitido entrar en sus casas, sentarme a su lado, abriendo el corazón a una desconocida como yo para contarme sus historias: Ika, Nieca, Noemi y su hermano Ramón, Adriana… cada uno con una historia distinta, con sus propias heridas físicas y espirituales. Estas personas me han permitido escuchar su dolor; sin embargo, en estas heridas pude tener la experiencia viva del encuentro con el Resucitado: al contarse, no se perdían en quejas inútiles, sino que agradecían por lo que tenían, ante todo por el don de la vida, luchando silenciosamente y cada día para vivir dignamente. Esperaba encontrar decepción, tristeza y rabia en cambio he encontrado una Alegría que no es “del mundo”, sino la que desborda en el corazón sencillo de los que se fían de Dios y experimentan su Providencia día a día.
Ha sido muy emocionante el encuentro con las dieciocho jóvenes que viven en el Hogar “Kuñatai Roga”, o sea la “Casa de la joven”, donde las Madres Canossianas desarrollan una noble misión muy querida por Santa Magdalena. Ellas se ocupan de la promoción de la mujer, acompañando con amor y esmero la formación a 360° de chicas procedentes de la campaña, del interior del país, que llegan a la ciudad con tantas ganas de estudiar y trabajar, pero que a menudo son engañadas, a riesgo de caer víctimas de la trata y de la explotación. En la “Casa de la joven” donde son acogidas, viven en un ambiente sereno y protegido con la posibilidad de tener un trabajo digno, de estudiar, de conocerse interiormente y descubrir la propia identidad e incluso graduarse. Viviendo juntas, compartiendo alegrías y tristezas de cada día, las jóvenes aprenden a cuidarse a sí mismas y a cultivar sus sueños para ser un día mujeres, esposas, madres, trabajadoras sólidas y maduras desde el punto de vista humano y espiritual. Me impresionó mucho lo que una de ellas me dijo: “Extraño a mi familia que vive lejos de aquí. Cada mañana me levanto muy temprano para ir a trabajar y estudiar, porque el día de mañana deseo que mis padres estén felices y orgullosos de mí”.
Quiero agradecer de todo corazón a las Madres Noelia, Gabriela, Lucía e Ylse por la misión que realizan cada día, continuando con fidelidad y pasión la Obra de Santa Magdalena.
Llevo en el corazón los innumerables rostros que he encontrado en estos días; nunca olvidaré la acogida que me dio la gente del “barrio” haciéndome sentir hija, hermana y madre, en una sola palabra “Amada”.
Nicoletta
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